En La Verdad del 9 de abril de 1909 se publicaba esta crónica sobre la mañana de Viernes Santo en Hellín. El autor, Pedro A. Hernández, describe la procesión del Calvario, con momentos como la subida de las imágenes y nazarenos por el camino de las Columnas y el motete de la Dolorosa
La procesión del Calvario
EN HELLÍN
Lector, hazte cuenta que estamos en Hellin, que es Viernes Santo por la mañana, y que te voy á enseñar el espectáculo más hermoso que has podido ver en tu vida por larga sea.
No estará de más que te abrigues bien para salir de casa porque aun no son las cinco y sopla un airecillo helado que recuerda las sutilezas que el poeta atribuye al de Guadarrama. A tí, como forastero, te aturde el redoblar de los mil tambores manejados por nazarenos incansables, pero despues me darás la razón y verás como el estruendo llega al Calvario convertido en fragor de rompientes, y tú que eres delicado, que sabes sentir, pensarás que en un momento ha retrocedido la Historia veinte siglos, que está agonizando el Justo, y que los ejes de los montañas se estremecen en señal de duelo.
Vente por aquí, ahora per este lado, calles tortuosas, las Hermandades que acuden á la Iglesia, hombres endomingados, tiendas de caramelos redondos, jóvenes modestas que velan bajo la negra blonda su mirada africana, algún borracho desperdigado, haz del pueblo. Hasta el aceite las tiene, y es óleo de paz; hasta el sol tiene manchas, y ya ves si brilla.
Al salir do la ciudad empieza la vega; ¡qué hermosos sembrados!: aquellas casas entre floridos huertos son los molinos, al otro lado la balsa de la Virgen, la carretera de Jaen que parece un hormiguero humano… ¡si dicen que en Isso no queda un alma!
La procesión pasará por aquí; como ves la cuesta es suave y espaciosa, luego al volver aquel recodo, en el último tercio, es mas agria. Lo mismo que la cuenta de la vida, cada vez más penosa y erizada de dolores; pero estas son filosofías matinales que no viene á cuento, hala, hala, que falta poco y hemos de coger un buen sitio.
Ya estamos en la cumbre del montículo, ahora mira, mira y á morirse tocan, pero de envidia, de envidia amarilla con su pizca de fiebre.
No, hombre, no; ni Lorca, ni Murcia, ni Sevilla, ni en ninguna parte. En Lorca hay un derroche de fantasía y otro de dinero, porque he visto mantas de caballo que valen una provincia; en Murcia las imágenes son de Salzillo, y está dicho todo; en Sevilla una carrera interminable y un gentío andaluz y saetero con mucha maresila de mi arma y pasos que copian al sol, pero Calvario este, remembranzas hebreas en mi pueblo, plasticismo religioso en la Semana Santa de Hellin. En los códices viejos se llama el puebo Aloin, lugar de las fuentes, que es hebreos puro, con que ya ves.
Desde aquí se abarca todo el panorama de un solo golpe de vista. La ciudad escalonando sus dos colinas, la torre maciza de su iglesia suntuosa, la aguja del Rosario, la vega riente, las altas montañas que circundan á la ciudad y á la huerta como gradas de un inmenso anfiteatro construido por gigantes, los bastiones del castillo romano, las nuevas azoteas brillando al sol, las cal!es desiertas y mudas porque el pueblo se derrama por la campiña detrás de las sagradas imágenes el fragor de los parches espanta los ecos.
¡Será verdad que vivimos un día del siglo XX!
Ves cómo afluye la gente? Dime, ahora, si no te agrada ese rebramar de los tambores, el quejido penetrante de los clarines, ora, vibrante y sostenido, ya débil y apagándose como grito de agonía…
Entre los árboles que bordean la cuesta de las columnas va subiendo la procesión. La Oración del Huerto, arrastrada penosamente por treinta robustos mozos, vendada la frente, congestionado esfuerzo ¡[-]ra, f[-]del es coronar la cuesta, aaáh, bien por los valientes! Ninguno de esos se cambia hoy por el Zar de todas las Rusias.
Aquellos de túnica blanca y rozagante son los sanjuanistas, con el alto capuz y la cruz verde, con su largo pito en forma de carro que cuando suena parece que llora; los encarnados, de Cristo en la Columna; los azules del Nazareno, son bordados de plata; aquella hermandad tan nutrida y ordenada es de la Dolorosa.
Ahora á este lado, que llega la Virgen y estamos en el momento supremo.
Mira esa cara y verás la desolación de una Madre que ea de Salcillo, y bien lo merece.
Los tambores y clarines se van desbordando por la falda del monte, el pueblo se arrodilla, y música suavísima corona el Calvario de armonía; es el motete á la Dolorosa, cuatro notas que tiemblan delante de la Señora como promesa de amor, del amor de sus hijos; es la tierna plegaria del arrepentimiento. Flota un punto y el aire se lleva la plegaria musical hacia el campo bendito donde duermen los muertos. ¡Madre mía de los Dolores, acuérdate de las almas que animaron un día esos huesos áridos!
PEDRO A. HERNÁNDEZ
DESCARGA: La Verdad 9 de abril de 1909
FUENTE: Archivo Municipal de Murcia
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