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‘Los tambores de Hellín’, de Aurelio Ruiz Alcázar (1931)

Aurelio Ruiz Alcázar que en 1933 sería el primer director del Grupo Escolar Martínez Parras ejerció de maestro en Hellín desde 1929 hasta su traslado a Caudete en 1934. Coincidiendo con los días de Semana Santa de 1931 publicaba en varios periódicos provinciales como Diario de Córdoba, La correspondencia de Valencia o Heraldo de Almería una emotiva crónica de la tamborada hellinera donde además se describe la fabricación artesanal de tambores recurrinedo al artesano Patricio Navarro (Tío Pachiche).

Motivos de Semana Santa

Los tambores de Hellín

En todas partes del solar hispano se ha ponderado el ruido de estos tambores batidos a paIillazo limpio durante la procesión de miércoles santo, repetidos en la tarde y noche toda la noche— de jueves, amen de la mañana del viernes, en la gran semana de Pasión.

Frente a la organización de cofradías, ordenadas en filas pausadas, severas, románicas, con unción y compostura, que desfilan acompañando a su imagen, contrastan los nazarenos sin hermandad, los grupos entusiastas de la costumbre local, los cultivadores del tipismo que zurran el parche con incansable tenacidad y admirable constancia.

Entre estos figuran, en gran número, los hellineros amantes de la «terra mater» que viven alejados del suelo nativo habitualmente y retornan, invariablemente, estos días singulares para animar las calles de la ciudad alegre, contribuyendo al explendor de la Semana Santa única.

En libros, periódicos, revistas y conversaciones, se ha descrito con minuciosidad y lujo detalles la hellinera fiesta mística y pagana que tantos admiradores congrega, aumentados de año en año. La apología de los tamborileros está casi completa y divulgada, pero del tambor objeto y víctima— no existen descripciones o, al menos las desconocemos.

Para que nos informe, recurrimos a Patricio Navarro (a) Pachiche, con domicilio en Milagros, 3; es un artista que durante un mes al año se dedica a la fabricación y arreglo de tambores. Pedimos que nos suministre datos sobre la construcción de los famosos instrumentos y escuchamos, mientras trabaja con apremios de encargos inaplazables, el mecanismo sencillo que según su exposición, bien podríamos al disponer de materiales adecuados y habilidad competir con él. Basta disponer de unas pieles y ponerlas en remojo, con lo que sueltan el pelo y adquieren flexibilidad para adherirlas a los aros de madera de los que, unas vez secos, no se sueltan. Una faja circular de de metal sirve de unión a los aros que sujetan la piel y tornos de rosca abrazan los extremos del instrumento, con el aditamento de dos llaves que en la parte inferior son corno ganchos donde se prenden los bardanas que cruzan, en diámetro, la piel de abajo y en la superior terminan en torno también, para quelqu llave inglesa pueda apretar cuanto convenga para la tensión y sonoridad de la caja de resonancia.

Cuando el tambor es nuevo, Pachiche y los demás fabricantes que con él compiten, ya dan el instrumento en condiciones de ser agitado. Mas para evitar que los cambios de temperatura puedan estropear la piel, hay que empezar desde el miércoles de ceniza primer día de cuaresma a templar el distintivo del buen hellinero, adiestrándose y entrenándose su poseedor para batir el récord los días memorables.

De chiquitines a viejos zurren el parche; unos siete mil calculó «Estampa» el año anterior. Un tambor corriente de una media vara de diámetro con diez tornos y sus dos llaves de bordones vale siete duros si no hay mucha competencia. Los de lujo…

Cuando el artista los confecciona, con la mirada puesta en la familia que espera el sustento de su jornal, no sabe a qué manos irá a parar la obra. Acaso descanse en las blancas extremidades de azucena de alguna bella que disimule su exaltado a quien invade la fiebre de diversión y acaba con el clásico tambor antes de bajar del calvario, haciéndole morir cuando los ecos del Motete expiran en la hora solemne de la agonía del crucificado…

AURELIO RUIZ DEL ALCÁZAR

FUENTE: Biblioteca Virtual de Prensa Histórica