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Tardes de luz (1928)

El periódico ‘Defensor de Albacete’ del 15 de octubre de 1928 publicaba esta crónica —firmada por un tal Julio Ateneo— sobre un viaje a Hellín en el que se ensalza (una vez más) la belleza sin igual de las hellineras, destinatarias de tantos piropos y halagos en los periódicos de la época. Durante su estancia, que debió coincidir con la feria por la proximidad a la fecha de la publicación, pudo escuchar a la banda de música interpretar diversas ritmos importados de Estados Unidos como el charlestón o el one-step. Acaba la crónica con unos versos del poeta Enrique Pérez Escrich.

TARDES DE LUZ

Ya por aquí el paisaje no tiene lo severidad que el de la Mancha. Las huertas, pinceladas de color sobre el fondo gris de los montes Donceles, Lomas del Gamonar, Cañada del Gallego, Matanza y Navazo y Grajas, (propiedad todos del Municipio, y parcelados entre particulares subasta por quince años) son como florecimientos de lirismo después de lo desolación del páramo manchego. Canta la alegría primaveral en los ojos de las hellineras, bonitas como almendras en flor. Acodados en le barandilla del jardín de la Feria, vemos como las mujercitas, lindas, muy lindas (versos de Rubén en la tarde clara) contemplan el incesante pasar de los carros cargados de hortalizas y frutas con destino al mercado. Vienen de Ayora y de Elche de la Sierra. Los carreteros, de larga blusa, y sombreros negros, siembran la carretera de piropos, ardientes madrigales de belleza de fruto en sazón de estas mujeres que recogen el modesto homenaje entre la musicalidad argentada de sus risas. Huertas llenas de árboles frutales se abren a derecha e izquierda del camino. Los albaricoqueros ofrecen el oro de sus frutos los ojos del viajero atónito, que no sabe donde posar la vista, si en los huertos floridos o en la flor de las mujeres que pasean cogidas del brazo entre las avenidas del jardín, donde la banda de música desgrana la alegría desarticulada de un «charlestón» o de un «one step».

Un alto en el camino, después de la larga jornada hecha. A tantos pueblecitos feos, hoscos, la alegría riente de la huerta. Al dolor íntimo que nos causaba la interminable llanura castellana, el florecer, un poco brusco, de, los árboles de formas exóticas; palmeras y cipreses junto a las acequias. Y así durante leguas y leguas, Murcia, Alicante, Valencia, Castellón de la Plana. Junto a la campiña suave de tonos claros, el azul riente del mar; junto las montañas, de graciosos contornos: la cinta plateada de un río y el oro pálido de los limoneros que nos hacen recordar los versos del poeta:


Entre naranjas limoneros
crecen fecundos tus arrozales
y son aroma de sus senderos
las madreselvas los rosales.
JULIO ATENEO
Hellín (Albacete) 1928.