Una joven mata a su novio de una puñalada, en un baile de máscaras
En la madrugada de hoy, cuando más animando estaba el baile de máscaras celebrado en el Teatro Principal de esta población, ha ocurrido un sangriento suceso.
La joven de 20 años, Generosa López Selva, vestida de máscara, buscó a su novio Rafael Montoya, de 23 años, el cual le había abandonado dejándole dos hijos y ante sus ruegos o amenazas le ofreció casarse con ella al regresar de cumplir sus deberes militares.
Cumplidos éstos, Rafael regresó al pueblo, no recordó su ofrecimiento, y si su novia le recordó algo, no le hizo caso, y se dedicó a hacerle el amor a otras mujeres.
Hoy fué a buscarle al baile para rogarle nuevamente no le abandonase, encontrándolo bailando con otra mujer vestida de máscara.
Generosa, ciega de ira, sacó un cuchillo y se lo clavó en el pecho, cayendo muerto en el acto.
La confusión que produjo fue enorme, el público se atropelló por salir, pero la agresora con sangre fría entregó el cuchillo a la Policía, que prestaba sus servicios en el local y se dispuso a ir detenida, quitándose la careta y diciendo que ella no hacía nada contra nadie, pues aquí lo había hecho para escarmiento de los hombres sin conciencia y faltos de memoria.
El crimen de una mujer
Hellín, pueblo manchego que tiene fama por la hermosura de sus mujeres, ha sido teatro de un drama pasional, no por desdeñado como idea temática por los dramaturgos contemporáneos, indigno de atención para los sociólogos y los legisladores como problema vivo en las relaciones del amor actual.
Mientras anden sueltos los hombres «guapos» y a las mujeres «seducidas» les cierre la conciencia pública las puertas de la compasión para no dejarlas en la pública plazuela de los repudios, aleteará el drama pasional armando las manos para el crimen o arrastrando a las almas al encanallamiento de la vida amargada, sin moral y sin fe.
Copiamos de la sección telefónica de nuestro numero de ayer:
«Albacete.—Se han tenido noticias de un trágico suceso ocurrido en Hellín, la noche del baile de Piñata.
La joven de veinte años Generosa López Silva se dirigió, disfrazada, al Teatro Principal, donde se celebraba un baile, y buscó a su novio, Rafael Montoya, de quien tenía un hijo.
Rafael la había prometido en diferentes ocasiones casarse, pero jamás llevaba trazas de cumplir el ofrecimiento.
Generosa López le pidió que renovara su promesa y como él se negara a ello, lo acometió con un cuchillo y le produjo una herida en el pecho, que le causó la muerte en el acto.
La agresora fue detenida».
El telefonema suscita un amplio y conmovedor comentario. No vamos a volcar sobre él un torrente de literatura condolida y sentimental.
Desdichado el hombre que sucumbe acuchillado por la madre de su hijo. Infortunada la joven mujer que salta del amor a la cárcel dejando tirada, inocente y sola, a una criatura.
Hemos glosado el telefonema por inclinación humana y piadosa hacia un orden de cosas mejor.
Generosa López, la madre homicida, ha matado.
¿Por qué?
Hay una respuesta abrumadora, que casi la exime de la tremenda culpabilidad.
Leyes nuevas y una moral social más severa y a la vez más humana, deberán borrar después de un crimen toda razón absolutoria y antes del crimen todo móvil justificador.