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“Las pinturas rupestres de Minateda: un recurso pedagógico estratégico”, de José Terry Gregorio

El protagonismo que ha alcanzado la pedagogía como instrumento metodológico que garantiza la interpretación científica del patrimonio cultural, se debe entre otras razones, a la renovación sufrida por la noción de patrimonio en las últimas décadas y a la aceptación generalizada de su valor educativo por los organismos internacionales, nacionales y regionales e instituciones públicas y privadas, académicas, investigativas y docentes, etc.

En su acepción más amplia, “el patrimonio cultural de un pueblo comprende las obras de sus artistas, arquitectos, músicos, escritores y sabios, así como las creaciones anónimas, surgidas del alma popular, y el conjunto de valores que dan un sentido a la vida. Es decir, las obras materiales y no materiales que expresan la creatividad de ese pueblo: la lengua, los ritos, las creencias, los lugares y monumentos históricos, la literatura, las obras de arte y los archivos y bibliotecas” [1]
Partiendo de la definición anterior, es un hecho ampliamente aceptado que el patrimonio como herencia cultural recibida, es esencial para el conocimiento y comprensión de los orígenes y desarrollo de las sociedades precedentes y en ese sentido su correcta interpretación deviene factor imprescindible para su investigación, mantenimiento, conservación, preservación, información, presentación, protección y difusión, todo ello en beneficio de las generaciones presentes y futuras.

La interpretación de los recursos patrimoniales se define en la Carta del  Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (ICOMOS) para Interpretación y Presentación de Sitios de Patrimonio Cultural como “todas las actividades potenciales realizadas para incrementar la concienciación pública y propiciar un mayor conocimiento del sitio de patrimonio cultural. En este sentido se incluyen las publicaciones impresas y electrónicas, las conferencias, las instalaciones sobre el sitio, los programas educativos, las actividades comunitarias, así como la investigación, los programas de formación y los sistemas y métodos de evaluación permanente del proceso de interpretación en sí mismo” [2]
Con la finalidad de optimizar las bondades educativas, informativas, económicas y estéticas del patrimonio, al eje de la interpretación se vinculan otros como la presentación, la infraestructura interpretativa, los intérpretes del patrimonio y el sitio de patrimonio cultural. Todos ellos deben interactuar como un sistema con el propósito de asegurar que la visita a cada sitio, permita descubrir las riquezas socio/económica, cultural y natural del entorno en el que vivieron los grupos humanos precedentes.
Atendiendo a los ejes transversales mencionados, una gestión eficiente del patrimonio cultural sólo es posible si las acciones que se planifican, ejecutan y evalúan parten de una pedagogía del patrimonio, entendida como “una forma de educación que, basándose en el patrimonio cultural, trata de integrar los diferentes métodos activos de la enseñanza asumiendo la liberación de disciplinas y fomentando la estrecha colaboración entre educación y cultura a través de las diferentes formas de comunicación y expresión” [3]
Dentro de la concepción general de la pedagogía del patrimonio, los yacimientos arqueológicos de arte rupestre requieren un tratamiento especial por ser una riqueza cultural frágil y no renovable que constituye “sin duda la fuente más importante de información de que disponemos sobre los comienzos artísticos, intelectuales y culturales de la humanidad” [4]
En este período de arte rupestre prehistórico el neolítico significó una gran revolución dentro del proceso de desarrollo de los grupos humanos que pasaron de nómadas a sedentarios (aparición de las primeras aldeas estables), de una economía depredadora a otra de producción (invención de la agricultura y la ganadería), introduciendo novedosas tecnologías que dieron lugar al surgimiento de la cerámica, a una nueva manera de interpretar la realidad y de reflejarla a través del arte. 
En este contexto surge lo que Henri Breuil llamó a principios del siglo XX Arte Levantino, declarado en 1998 Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, entre otras razones, por constituir el mayor conjunto de yacimientos de arte rupestre de toda Europa, por ser un fenómeno exclusivo de la franja mediterránea de la Península Ibérica con un excepcional valor documental, imbricado en un paisaje humanizado pero de alto valor ecológico.
A este Conjunto de Arte Rupestre del Arco Mediterráneo de la Península Ibérica que a decir de la UNESCO “constituye una imagen excepcional de la vida humana en un período de la evolución cultural de la humanidad”, pertenecen las pinturas de Minateda reconocidas como una de las joyas de este estilo artístico. 
Ubicadas en la Comarca Campos de Hellín las pinturas rupestres de Minateda, fueron descubiertas en 1914 y llegan a su primer centenario consideradas como un clásico dentro del Arte Levantino, declaradas Patrimonio de la Humanidad desde 1998, incluidas desde 2010 en la ruta “Caminos del Arte Rupestre Prehistórico” que avala el Consejo de Europa, introducidas en el proyectos de investigación “El arte rupestre en el campo de Hellín: cuenca media y baja del río Mundo” y formando parte del Parque Arqueológico Tolmo de Minateda.

Este yacimiento de arte rupestre, que sirvió a Henri Breuil para definir lo que él consideró como las fases evolutivas del Arte Levantino, constituye un recurso pedagógico estratégico por la diversidad de su sistema iconográfico y porque a través de él se puede reconstruir las condiciones materiales y de vida social de las comunidades que la produjeron y  crearon un complejo sistema cultural, que hoy requiere de una didáctica del patrimonio para su correcta interpretación.
Desde esta perspectiva las pinturas rupestres de Minateda se presentan hoy como una valiosa oportunidad que puede ser aprovechada por docentes de colegios, institutos, universidades, instituciones culturales y turísticas durante la planificación, ejecución y evaluación de acciones formativas innovadoras que permitan potenciar y difundir la función educativa que cumple el patrimonio arqueológico en todos los procesos de interpretación y comprensión de la herencia cultural del pasado, en la construcción del presente y en la proyección del futuro de los pueblos.

José Ramón Terry Gregorio
Licenciado en Historia del Arte

BIBLIOGRAFÍA GENERAL
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